domingo, 18 de enero de 2015

Consola en verde gustaviano y espejo a juego.


Esta consola la encontré en el mercado de antigüedades de Estremoz (os hablé de él en este post) y me costó 12 euros. Claro, que en el estado que estaba podía incluso parecer un precio excesivo: las patas desencoladas, la taracea dañada, faltas de madera por doquier… 


Pero me gustó la forma tan estilizada que tenía y sobre todo el tamaño: apenas 30 cm de fondo, así es que la compré con la idea de darle un cambio radical.

El primer paso, como siempre, fue una limpieza a fondo para comprobar que afortunadamente no tenía xilófagos. Eso sí: el olor era indescriptible, una mezcla de humedad y humo que indicaba que llevaba tiempo en un lugar que no le correspondía. La pintura, además de ser muy oscura para un mueble tan pequeño estaba ennegrecida, seguramente por el humo que le daba el olor tan desagradable.


La taracea estaba muy deteriorada, por lo que se hacía inevitable poner una chapa nueva. Pero me gustaba el dibujo, era muy apropiado para la forma de la consola y llenaba todo el sobre, así es que se me ocurrió calcarlo y reproducirlo con pintura en la nueva tapa que le puse con un tablero de madera sin tratar. 
 
Para pintar el mueble elegí un verde de la gama de los que se han dado en llamar colores gustavianos, colores suaves y luminosos quizás un poco más subido de tono, porque en el sitio que la iba a colocar era mejor un color que destacase sobre la pared pintada de amarillo.
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Una vez tuve todo el mueble pintado fui reproduciendo el dibujo de la taracea con pintura acrílica blanco porcelana, añadiendo en algunos puntos un tono más oscuro para conseguir profundidad en el dibujo.

El cajón tenía un pomo feo y grande que decidí sustituir. Además entelé el cajoncito con una tela que ya he usado varias veces (en este post os expliqué detalladamente cómo se hace).

 

Para terminar pinté las mismas líneas que tenía dibujadas anteriormente pero en esta ocasión con pintura oro antiguo. El proceso fue fácil aunque muy laborioso: cinta de carrocero en ambas partes de cada una de las líneas a pintar, pintar la línea dos o tres veces, hasta que se viera uniforme, levantar la cinta y volver a empezar con la siguiente línea. Así en cuatro patas, con cuatro caras cada pata y con dos líneas cada cara de cada pata. Total: ¡¡ 64 líneas de cinta de carrocero!!. 

El resultado final me encanta, ha quedado con un estilo clásico y un puntito romántico por las flores y el dorado de las líneas que le da una personalidad que antes no tenía. Y en el espacio que ocupa luce muy bien, por las mañanas da el sol en ese pasillo y se ve preciosa.

El espejo también tenía sus años, aunque en este caso era de mi familia. Tenía encima un montón de capas de pintura blanca, yo creo que una por cada año que estuvo colocado en un cuarto de baño.
Eliminé todas las capas de pintura con un decapante químico y estropajo de acero, con cuidado de no dañar la moldura. Después apliqué la misma pintura que a la consola, porque la idea era ponerlos juntos. 

Para coordinar con el dorado de la consola apliqué cera dorada con el dedo, dando suaves toques en las partes sobresalientes de la moldura. Para finalizar, igual que a la consola, pátina marrón retirando el exceso con un paño de algodón, y cera incolora para dar brillo.

Así lucirán juntos cuando estén colocados. Yo creo que los dos han ganado con el cambio: están limpios, con un color que resalta sus formas y huelen agradablemente a cera. No se puede pedir más. 

Espero que os guste y espero vuestros comentarios, que me ayudan a seguir mejorando.

Besos y hasta la semana que viene.

 
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